“Juan trabajaba en una empresa hacía dos años, nunca había sido amonestado y cumplía su trabajo con normalidad. Cierto día, buscó al gerente para hacerle un reclamo:
-Señor, trabajo en la empresa hace dos años, pero siento que usted me ha dejado de lado. Mi compañero ingresó hace solo seis meses y ha sido promovido a supervisor. Y mostrando cierta preocupación le dijo: -Juan, antes de contestarte quisiera que me ayudases a resolver un pequeño problema. Quiero dar fruta en el almuerzo de hoy. Averigua en la tienda de enfrente si tienen frutas frescas. Juan se esmeró en cumplir el encargo y en cinco minutos estaba de vuelta.
-Sí señor, tienen naranjas para la venta.
-Y ¿cuánto cuestan?
-Disculpe pero no pregunté.
-OK. ¿Viste si tenían suficientes naranjas para todo el personal?
-Tampoco pregunté eso.
-¿Hay alguna fruta que pudiera sustituir la naranja?
-No lo sé señor, pero creo que...
-Bueno siéntate un momento.
El gerente cogió el teléfono y le encargó al compañero de Juan y en diez minutos estaba tocando la puerta. El gerente le preguntó:
-Bien Fernando, ¿qué noticias me traes?
-Señor, en este momento tienen naranjas, las suficientes para atender a todo el personal, pero si prefiere, en media hora están llegando melones y mangos. Aquí tiene la lista de los precios de cada fruta y me dicen que si compro por cantidades, nos darán un descuento. Dejé separadas las naranjas, pero si usted escoge otra fruta, debo regresar para confirmar el pedido.
-Muchas gracias, Fernando.
-Entonces se dirigió a Juan que aún seguía allí:
-Disculpa Juan, ¿en que estábamos?
-En nada señor, con su permiso”.
Este relato nos recuerda, que hay muchas personas que se conforman con hacer el mínimo que se les pide, sin atreverse a ir más allá con la intención de aportar y mostrar excelencia y pasión en su trabajo.
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