A la mayoría de nosotros nos asustan los retos que día a día la vida nos propone para crecer y evolucionar. Y lo triste no es que nos asusten, porque somos humanos y el miedo es una de las emociones que más necesaria es y que más nos apoya, sin él nos arriesgaríamos muchas veces sin necesidad poniendo en peligro nuestra existencia en la tierra. El miedo nos hace ser prudentes y pensarnos las cosas dos veces antes de hacerlas. Pero cuando nos asustamos y nos quedamos paralizados por los retos necesarios para nuestra evolución, aquí es cuando tenemos un verdadero problema, porque todavía no hemos aprendido, que cuando se nos plantea uno, potencialmente en su interior se haya la solución. No es la enormidad o la pequeñez del reto que se nos plantea, sino la creencia de que no somos capaces, de que "no podemos" llevar adelante tamaña empresa.
Ayudar en forma anónima nos quita la posibilidad de dar otro regalo: nuestra presencia. Cuando una persona está enferma o tiene una carencia, no solo podemos ayudarla con algo material (por ejemplo, dinero), sino también con nuestra presencia. La calidez de un abrazo, una sonrisa cariñosa o una mirada comprensiva pueden ser un auténtico bálsamo cuando hay dolor o necesidad. Nuestra persona, en sí misma, puede ser un valioso regalo para otro ser humano. Rebeldita
Comentarios
Publicar un comentario