Ir al contenido principal

gente correcta

http://www.inestemple.com/2011/04/gente-correcta/

Todos queremos que nos respeten y nos traten con consideración. Que no nos tomen el pelo ni nos cuenten cuentos. Queremos compartir con gente correcta en la cual podamos confiar y trabajar con personas íntegras que tengan sentido común y ganas de hacer las cosas bien.
En el mundo profesional me toca conocer personas de gran valía, decentes y bien intencionadas. Estas son las más empleables y con mayor demanda por sus servicios. Son conscientes de que su éxito está basado en sus principales activos: su talento, su ética y su reputación. Y los cuidan bien: saben bien que el mercado laboral no perdona ni olvida.
También hay los que abusan y mienten con impunidad y descaro. Pero esos ‘vivos’ normalmente no perduran en sus negocios o carreras… trabajan sin ética ni calidad y, claro, ¿qué tipo de servicio pueden recibir los clientes de quienes tienen esas conductas engañosas? Además, hoy todo se sabe.
Sin embargo, siento que esa selección natural hacia los mejores, que existe en el ámbito profesional, no ocurre en el plano político. Pese al crecimiento y a la recuperación de la autoestima nacional, todavía nos conformamos con poco: no somos exigentes con nuestros líderes. No es posible que todavía sea tema de encuestas si preferimos un gobernante que robe y que haga obra frente a uno que sea honesto, pero no trabaje. ¡Merecemos más que eso!
Ya no estamos para aceptar mediocres a los que hay que aguantar mentiras y sinvergüenzadas. ¿Será que nos toman por zonzos? ¿Es mucho pedir encontrar a algunos capaces de servir al Perú con corrección?
No necesitamos santos, sino gente en la que podamos confiar, y por qué no, admirar y respetar. Que se puedan equivocar, pero que no se crean impunes a nuestro escrutinio. ¡Subamos pues la vara con la que los medimos!
Creo que este es el gran reto que tenemos hoy en el Perú: hacer que nuestra cultura evolucione hacia una en la que la integridad y la excelencia sean la norma. Donde trabajar con calidad y vivir con ética sean los comportamientos esperados y demandados a quienes pretenden liderarnos.
Es vital entonces apurar este cambio cultural para que cada vez más peruanos seamos capaces de votar por gente íntegra y capaz, que juegue limpio y que cumpla lo que promete…
¡Hoy más que nunca nos merecemos gobernantes correctos!

Comentarios

Entradas populares de este blog

ESTAR PRESENTE

Ayudar en forma anónima nos quita la posibilidad de dar otro regalo: nuestra presencia. Cuando una persona está enferma o tiene una carencia, no solo podemos ayudarla con algo material (por ejemplo, dinero), sino también con nuestra presencia. La calidez de un abrazo, una sonrisa cariñosa o una mirada comprensiva pueden ser un auténtico bálsamo cuando hay dolor o necesidad. Nuestra persona, en sí misma, puede ser un valioso regalo para otro ser humano. Rebeldita

...si...lo aprendí...

  “Una cosa yo he aprendido de mi vida al caminar, no puedo ganarle a Dios, cuando se trata de dar. Por más que yo quiero darle, siempre me gana Él a mi, porque me regresa más de lo que yo le pedí. Se puede dar sin amor, no se puede amar sin dar, si yo doy no es porque tengo, más bien tengo porque doy. Y cuando Dios me pide, es que me quiere dar, y cuando Dios me da, es que me quiere pedir. Si tu quieres, haz el intento y comienza a darle hoy, y verás que en poco tiempo tu también podrás decir: Una cosa yo he aprendido de mi vida al caminar, no puedo ganarle a Dios cuando se trata de dar.

Me preguntaba mil veces sin respuesta por qué mi cruz doblaba mis espaldas...

Hablé con Dios mirando las estrellas, y sollozando dije: -"Es muy pesada". Dios me hizo ver con toda su paciencia cuánto y por qué, equivocado estaba; y poco a poco empecé a darme cuenta, que mi cruz tornábase liviana.  Vi pasar miseria tan inmensa colgada en los harapos de una anciana. Vi a un joven muriendo de tristeza por una enfermedad que lo acosaba. Una madre con toda su entereza, a su hijito con dolor sepultaba. También vi el hambre reflejada en la familia que sin trabajo estaba. Luego miré mis manos... vivas, sanas, sobre ellas mi cruz se destacaba. De pronto dijo Dios: "Di cuánto pesa", y yo le dije: "Señor... no pesa nada".