Aprendamos a decir “ayúdame”. Tampoco hay que estar todo el día pretendiendo que los demás nos resuelvan la vida. En absoluto. Pero cuando hay algo que “me gusta”, y que “no lo sé hacer”, ¿qué hay de malo en decir “ayúdame” para saber cómo conseguirlo/tenerlo/hacerlo/…?
Ayudar en forma anónima nos quita la posibilidad de dar otro regalo: nuestra presencia. Cuando una persona está enferma o tiene una carencia, no solo podemos ayudarla con algo material (por ejemplo, dinero), sino también con nuestra presencia. La calidez de un abrazo, una sonrisa cariñosa o una mirada comprensiva pueden ser un auténtico bálsamo cuando hay dolor o necesidad. Nuestra persona, en sí misma, puede ser un valioso regalo para otro ser humano. Rebeldita
Comentarios
Publicar un comentario